Origen de los capirotes de Semana Santa: significado y qué simbolizan
El origen y significado de estos elementos tan típicos de Semana Santa. ¿Por qué existen en distintos colores?
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En todos los rincones de España, cuando llega Semana Santa, las calles se llenan de pasos, saetas y un silencio sobrecogedor que envuelve a todos los asistentes. Pero hay algo que siempre llama la atención, sobre todo a quienes no están familiarizados con esta tradición: las figuras encapuchadas que caminan en procesión, con esos altos gorros puntiagudos que parecen sacados de otro tiempo. Se llaman capirotes, y aunque sabemos que forman parte del traje que llevan los nazarenos, su origen es mucho más antiguo y tiene una carga simbólica que va mucho más allá del simple aspecto visual.
A primera vista, los capirotes pueden parecer un mero complemento estético o incluso incómodo, pero lo cierto es que este elemento con forma puntiaguda guarda una historia que se relaciona con la penitencia, anonimato y redención. De hecho, el uso de este peculiar sombrero cónico se remonta nada menos que a la época de la Inquisición, cuando se usaba como castigo público para marcar a los condenados por delitos religiosos. Sin embargo, lo que en su día fue un símbolo de humillación, pasó con el tiempo a ser resignificado por las cofradías como una forma de expresar arrepentimiento sincero y comunión con la fe. Por este motivo, hoy en día, el capirote es un emblema inseparable de las procesiones, y aunque pueda parecer chocante o misterioso, cada una de sus partes, desde la punta hasta el antifaz que cubre el rostro, tiene un motivo profundo. Entender su origen y evolución es también conocer parte de la esencia de nuestra Semana Santa, a su simbolismo y al legado cultural que se transmite, año tras año, entre cirios, incienso y silencio.
Origen de los capirotes
El capirote no nació como un símbolo religioso, al menos no en su primera forma. Su origen se remonta al siglo XV, cuando el Tribunal de la Inquisición imponía este sombrero cónico a los reos condenados por delitos contra la fe. Estos individuos eran obligados a desfilar por las calles antes de ser ejecutados o cumplir penitencia, ataviados con un sambenito (una especie de saco con sus pecados escritos) y un gorro en forma de cucurucho que señalaba su supuesta vergüenza. Este sombrero se llamaba coroza y estaba diseñado para humillar al condenado ante la comunidad. Algunas incluso llevaban dibujos que representaban su castigo o destino final, como llamas que simbolizaban el infierno.
Con el paso de los siglos, lo que comenzó como una herramienta para el escarnio público fue recuperado por las cofradías andaluzas. En el siglo XVII, la Hermandad de la Hiniesta de Sevilla fue la primera en incorporar un capirote puntiagudo como parte del atuendo penitencial. Desde entonces, este símbolo se adaptó al mensaje cristiano del perdón y la humildad. Su forma pasó a interpretarse como una aspiración espiritual: cuanto más alta la punta, más cerca del cielo se encontraba el penitente. Así, este sombrero pasó de significar condena a convertirse en emblema de redención.
A partir de ese momento, su uso se extendió por todo el país, adaptándose a las costumbres y particularidades de cada región. Mientras que en Jaén se le llama capirucho, en Murcia se conoce como capuz, y en otros lugares como Linares se le dice directamente cucurucho. Aunque con nombres distintos, su función simbólica y su presencia en las procesiones se mantienen intactas hasta nuestros días.
Qué simbolizan y cuál es su significado
Lejos de ser un simple adorno o una pieza de vestuario llamativa, el capirote está cargado de simbolismo. Su forma cónica representa el deseo del penitente de acercarse a Dios, de elevarse espiritualmente por medio de la penitencia. Es por eso que como ya hemos señalado, la punta del capirote apunta siempre hacia el cielo, como una especie de conexión entre lo terrenal y lo divino. El resto del atuendo, especialmente el antifaz que cubre el rostro, refuerza este mensaje de humildad y anonimato: el penitente no desfila para ser visto ni reconocido, sino para realizar un acto íntimo de fe y redención.
Durante siglos, el anonimato ha sido uno de los valores esenciales del nazareno. De hecho, en 1777, el rey Carlos III intentó que los cofrades desfilaran con el rostro descubierto por motivos de orden público, pero muchas hermandades se resistieron. Algunas incluso lograron permisos especiales para mantener el rostro cubierto, lo que demuestra hasta qué punto el simbolismo del capirote estaba arraigado en la tradición. Hoy, sigue siendo una forma de igualar a todos los que procesionan, sin importar su estatus o condición social.
Además, el uso del capirote conecta con una antigua visión del sufrimiento como medio de redención. Durante siglos XV y XVI, en las procesiones existían hermanos de luz, que alumbraban el camino con cirios, y hermanos de sangre, que se flagelaban en público como acto de penitencia. El capirote, junto con el hábito, encierra aún ese componente de sacrificio espiritual, aunque hoy día se viva de una manera mucho más simbólica y reflexiva que física.
Los colores de los capirotes: qué significan
Uno de los aspectos que más llaman la atención al observar una procesión es la variedad de colores en los capirotes y túnicas. Y no es casualidad: cada tonalidad tiene un significado propio y está íntimamente ligado a la espiritualidad de la hermandad a la que pertenece el nazareno. Por ejemplo, el rojo suele evocar la sangre derramada por Cristo, el negro está asociado con el luto y el dolor por su muerte, el blanco representa la pureza y la gloria divina, y el morado simboliza la penitencia y el arrepentimiento. El verde, por su parte, hace alusión a la esperanza de la resurrección.
Estas decisiones cromáticas no se toman a la ligera. Cada hermandad define sus colores de forma muy precisa, y muchas veces están ligados a siglos de historia y tradición. Es habitual que cada cofradía tenga un reglamento interno donde se detallen los elementos del hábito, incluida la longitud del capirote, el color del antifaz y el tipo de material que debe utilizarse. En la actualidad, los capirotes pueden ser de cartón, rejilla o malla, una opción más moderna que permite mejor ventilación y comodidad sin romper con la estética tradicional.